Dieta

La dieta perfecta para vivir 100 años

DietaReducir el consumo de jamón de York en beneficio del serrano o comer cinco veces al día en platos de postre son algunos de los consejos que deberían seguir los mayores.

«Nada. No sabría hacer nada». Es la respuesta de Adriano, un coruñés de 81 años que, puesto en la tesitura de que su mujer desde hace más de medio siglo no pudiera cocinar, se vería en un brete importante. Al menos a la hora de comer y de cenar. Reflexiona tres segundos. Los suficientes para darse cuenta de que tendría que intentar solventar este problema. «Quizás una tortilla francesa o un filete; no sé, llegado el apuro supongo que acabaría aprendiendo a hacer algo, pero seguramente todo me quedaría crudo, y no sabría calcular las proporciones de sal». A la tortilla francesa y al filete, pero también a los bocadillos, se apunta Leandro, de 84 años. «Y, bueno, también sé hacer el desayuno. Me lo hago yo todas las mañanas». Fritos, pan y bollería. Un peligroso trío al que recurren a diario buena parte de los más de 130.000 gallegos de más de 80 años que viven en la comunidad. Viudos que no saben cocinar, personas con problemas cardiovasculares, diabéticos, mayores con dificultades de movilidad y mucha, muchísima gente sola que por perder (daño colateral de este mal), ha perdido hasta el apetito.

Darle una vuelta a los hábitos alimentarios de este grupo poblacional es más difícil que a los del resto de la sociedad. Pero no imposible si se sabe cómo. La médico geriatra Rosa López Mongil, coordinadora del Grupo de Trabajo de Alimentación y Nutrición de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), se esfuerza a diario para que los mayores entiendan la importancia de llevar una correcta alimentación. Conlleva restricciones importantes, pero la salud agradecerá una nueva rutina.

Lo primero que recomienda esta experta es dejar de utilizar aceites que no sean de oliva virgen. No tanto porque el resto sean perjudiciales, sino por las bondades demostradas de este aceite si se utiliza crudo, pero también cocinado. «Proporciona notables beneficios para prevenir enfermedades crónicas y cardiovasculares, así como determinados cánceres», explica López Mongil. Pero esto no es suficiente. Tomar a diario tres piezas de fruta (o más si se puede, comenta) y mucha verdura es indispensable.

«En el caso de la fruta porque los mayores tienen tendencia al estreñimiento y la fruta ayuda a combatirlo». Esta médico geriatra recomienda tomar peras y manzanas, sobre todo a las personas con problemas renales, y cítricos. En el caso de la fruta prohibida da un consejo a todos aquellos que tienen dificultades para masticar: «Asada es una opción buenísima, eso sí, sin azúcar».

En cuanto al azúcar, dicho sea de paso, mantiene que se debe intentar eliminar de la dieta progresivamente. Pero sin miramientos. «A las personas mayores les encanta el dulce, y tiran mucho de galletas, magdalenas o sobaos para desayunar; y su consumo a estas edades está muy unido a la diabetes, que en los octogenarios supone un riesgo más alto de aumento de pérdida visual y del riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares». Sucede lo mismo con el pan blanco, el placer culpable de cada comida de este grupo poblacional. «Pueden tomar pan [llama a la calma la doctora], pero mejor que sea integral, puesto que el blanco también aumenta notablemente los niveles de azúcar en sangre».

Otro hábito nocivo que deberían disminuir los mayores es la sempiterna compañía de chorizo, tocino o carne roja a las legumbres, que en sí mismas son plenamente recomendables. «Estos productos es mejor que sean un capricho una vez a la semana; el resto de días en los platos principales debe haber pescado azul, que contiene ácidos grasos muy beneficiosos para prevenir la pérdida de memoria; pescado blanco y pollo, pavo o conejo». Según recomienda la especialista, estos platos se pueden acompañar de pistos, menestras y, en menor medida, pasta y arroz integral.

En cuanto a las cantidades, hay que tener en cuenta que muchas personas pierden apetito conforme pasan los años. Por eso, López Mongil recomienda comer cinco veces al día pero, para que no se haga un mundo cada ingesta, en platos de postre. Y aprovecha desde Valladolid para acordarse de que en Galicia el ictus es la primera causa de muerte en mujeres para incidir en la importancia de la dieta mediterránea, que protege a los individuos con predisposición en su ADN.

Tumba también mitos al alertar de que el jamón de York, que tanto abunda en las dietas blandas de los mayores no es lo más recomendable. Mejor, apunta, el jamón serrano.

Fuente: La Voz de Galicia

Diez pasos para mejorar tu dieta

alimentos saludablesAléjate de los alimentos light, de los productos alimenticios reforzados con supervitaminas o de los yogures que prometen la felicidad a base de fibras añadidas. Aitor Sánchez, el nutricionista autor de Mi dieta ya no cojea, lo tiene muy claro, para comer sano lo que hay que comer es comida, de la corriente, de la que se compra en los mercados. Y sobre todo apartar de tu cesta de la compra todos esos productos ultraprocesados que cargados de azúcar, sal y aditivos no añaden nada bueno. La clave está en los vegetales. Ellos deben ser los reyes de la mesa. No te fíes de los etiquetados, nos avisa, que un chocolate se puede llamar «bueno» sin ser saludable, unas galletas «digestivas» sin que tengan que serlo y un zumo «funciona», sin que se sepa muy bien para qué. No hay excusas. Ni el tiempo, ni el dinero, ni la falta de dotes culinarias deben frenarte. Incluso comiendo fuera de casa puedes hacerlo. Empieza hoy. Son diez pasos y cuatro fases. Es fácil.

PRIMERA FASE1

1. Vamos a comer comida. No hay que contar calorías, ni pesar alimentos, ni comer a horas concretas. Hay que dejarse guiar por tu apetito y tu sed y escoger alimentos saludables. La base de la dieta deben ser productos vegetales sin procesar o poco procesados.

2. Alimentos que dejan de ser saludables. De la naranja al néctar. Hay que huir de los productos ultraprocesados que incluyen en su fórmula sal, azúcar, aceites y aditivos con la intención de imitar las cualidades de otros alimentos.

3. La compra de productos saludables. Hay que ir al supermercado como si fuera un mercado y saltarse los pasillos malsanos como la sección de repostería, la de comida preparada, la de refrescos o la de galletas y cereales de desayuno.

4. El etiquetado alimentario no siempre es fiable. A veces consigue que productos no saludables pasen por funcionales o destaca un solo aspecto del alimento sin considerar el conjunto. Es el clásico «alto contenido en fibra».

SEGUNDA FASE

5. Crear un ambiente saludable en el hogar. No comprar caprichos insanos, hacer que los alimentos sanos sean fáciles de comer (tener fruta cortada), analizar nuestras acciones poco saludables y priorizar las que debemos cambiar. Marcarnos una hoja de ruta.

6. Elaborando tu propio menú. La mitad del volumen de nuestras ingestas tiene que estar compuesta por verdura, ya sea en ensalada, sopa, paté, en crema, encurtida, asada, en tempura… Si hay postre que sea fruta. Y beber agua es la mejor opción. Huir de la sobremesa.

7. Fuera de carta. Comidas secundarias. El desayuno con galletas caseras y huevos. Patés vegetales para picar entre horas. Bocadillos saludables con pan integral y sin fiambres.

TERCERA FASE

8. Los retos en casa. Falta de tiempo: congela, prepara básicos con antelación. No sé cocinar: aprende a elaborar nuevas recetas saludables. No tengo dinero: minimiza el desperdicio, haz cocina de aprovechamiento, usa huevos y legumbres como fuente de proteínas.

9. Los retos fuera de casa. El menú del día: elegir dos primeros platos del menú (y saltarse el segundo), pedir verdura de guarnición, rechazar los aperitivos, fruta de postre y agua. Desayunar fuera: optar por huevos y café o té. Tomar algo: cerveza sin alcohol, zumo de tomate, agua con gas y limón, infusiones.

CUARTA FASE

10. Come según tus valores. ¿Qué hacer para comenzar a alimentarnos y crear un mundo mejor? Nuestro consumo puede cambiar el mundo. Hagamos un consumo responsable.