Retrasos en el pago del Plan Prepara deja a miles de personas sin recibir la ayuda
Sola y sin ayudas. Verónica Estevan, valenciana de 37 años, no ha recibido en julio los 400 euros del Plan Prepara y tampoco la ayuda a la dependencia que le reconocieron a su madre el pasado diciembre. “Ni un solo mes”, asegura. Pese a que no tiene que pagar vivienda, las facturas de la luz, el agua o el gas siguen llegando a su buzón. La última, la que tendría que abonar al administrador, la ha devuelto acompañada de la promesa de que la pagará más adelante. Ahora no puede.
Estevan es una de los miles de afectados por los retrasos en los pagos del Plan Prepara que el Ministerio de Empleo dijo que se debían a un «problema contable». En julio tendría que haber cobrado el último plazo de la ayuda que le corresponde, pero sus cuentas bancarias siguen en números rojos. “En el banco me dicen que no puede ser que no sepa cuándo voy a cobrar”, dice. Lo cierto es que no lo sabe. Tampoco sabe en qué momento le ingresarán los 300 euros que le han reconocido como cuidadora familiar de su madre (con una dependencia severa de Grado 2, Nivel 1). “¿Qué voy a hacer cuando no cobre los 400 euros? Pasar hambre”, responde.
“La Administración y yo no nos llevamos bien”, admite. Estevan es una de las 275.000 personas que esperan la ayuda a la dependencia que tienen reconocida, pero que no reciben. El Gobierno ha paralizado la entrada al sistema de los dependientes leves para dedicar sus esfuerzos a los más graves, pero eso tampoco está ocurriendo. Y nadie da una respuesta al otro lado del teléfono: “Me dicen que falta no sé qué firma”. Pero esta valenciana sospecha que tales explicaciones son “excusas para retrasar el pago”. Tampoco en la oficina de empleo le dicen cuándo cobrará el Prepara.
Su madre, de 85 años, es su única familia. Hace tres años le pusieron un marcapasos, hace uno le detectaron un tumor en la columna, cuya operación la ha dejado postrada en una cama. Y hace apenas unos meses sufrió una isquemia intestinal. Entre el pago de medicamentos, una silla de ruedas y un colchón articulado —algunos de ellos gastos reembolsables que tampoco ha cobrado— Estevan se ha gastado sus ahorros. No tiene ni para los pañales, por eso en la farmacia de su barrio — “saben mi situación y me echan una manilla”, explica— le dan los paquetes que reciben de muestra y así no tiene que pagarlos. Otros comercios le fían la compra a la espera de que la ayuda a la dependencia de un respiro a su cuenta bancaría.
El copago de los medicamentos anunciado por el Gobierno en abril, también para los jubilados (que deben abonar un 10% de la factura hasta un máximo de ocho euros mensuales), es otro de los dolores de cabeza de Estevan. Ocho euros al mes no es un gasto elevado en la mayoría de hogares, pero adelantar el coste de los medicamentos —que algunos meses supera los 3.000 euros— en casa de Estevan es misión imposible.
No siempre fue así. Licenciada en Relaciones Laborales y con varios másteres, recalca que para ella el trabajo es “sagrado” y siempre se ha esforzado por hacerlo bien. “Pero la vida me dio un revés”, dice en referencia al fallecimiento de su padre en 2008 y al deterioro de la salud de su madre desde 2009. Antes, tenía un buen sueldo (36.000 euros anuales en su mejor época) y sueños por delante. Ahora, después de reducir su jornada (y su retribución) y después abandonar su empleo, su día se centra en cuidar de su progenitora y llamar insistentemente preguntando cuándo llegará el dinero. “No puedo buscar un empleo si no me ayudan. No puedo dejar a mi madre sola”, explica. “Intenté montar una empresa en casa, para hacer nóminas, pero era imposible”. Tampoco sale y para ir a la farmacia le pide a una vecina que se quede en su casa “por si pasa algo”. Estevan dice sentirse “atrapada” en su barrio.
Desesperada, se tragó su orgullo —“es terrible suplicar y pedir limosna a tus dirigentes”, dice— y escribió un correo electrónico al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, pidiendo ayuda. “Yo le voté, no me decepcione por favor. Haga algo”, decía la carta. También ha escrito a cargos políticos valencianos relacionados con el bienestar social. Ninguna de sus misivas ha obtenido respuesta. Estevan empieza a pensar que se le agotan las opciones. Sin colchón familiar y sin dinero, los vecinos son su única red de salvación. “Pero los supermercados no dan comida gratis”, dice.
“Yo sé que las cosas están mal, sé lo que es la prima de riesgo y conozco la situación de España”, esgrime. Pero Estevan insiste en que no pide ayuda por capricho, sino por necesidad. “Si recibiera la dependencia podría contratar a alguien y trabajar a media jornada”, afirma con esperanza. Cuenta con orgullo que cuando acudía a su cita con la orientadora laboral del Plan Prepara, ésta le decía que estaba hiper cualificada.
Pero rápido sus palabras vuelven a la realidad: “Estoy desesperada. El daño y las deudas las llevo dentro”.
Carta a Mariano Rajoy
Estimado Sr. Rajoy:
Mi nombre es Verónica Estevan, tengo 37 años y le escribo desde Valencia, sé que no será usted quien lea este mensaje, o simplemente no será leído, pero formo parte del pueblo español y me veo en la obligación de comunicarle mi situación como ciudadana.
Verá usted, yo trabajaba como responsable de RRHH después de pasarme media vida estudiando carreras y másteres y ser muy valorada por mi trabajo; la vida me dio un revés y mi madre enfermó bastante, de manera que primero me reduje la jornada y luego me vi en la obligación de dejar de trabajar para cuidarla, ya que no tengo hermanos ni familia directa; mi madre está encamada y me necesita. Ha sido la decisión más dura de mi vida, me encantaba trabajar, mis nóminas, mi prevención de riesgos, mi selección, mi trabajo… he tenido que rechazar 3 empleos en los últimos 3 años porque mi madre va de mal en peor (lo último ha sido un infarto en el intestino el mes pasado); solicito ayuda en base a la ley de dependencia y no es porque quiera aprovecharme del estado, sino porque la necesito.
Estoy agotada, mido 1,50 (o metro y medio) y físicamente levantar, asear y darle una vida medio digna a mi madre ha hecho que pierda 15 kilogramos en un año, no duermo por la preocupación y sigo esperando una pequeña ayuda de la dependencia, que me dé un alivio económico, físico y emocional. Yo soy una persona, tengo sentimientos, tenía sueños y una carrera profesional por delante, ahora me estoy dejando la piel y la vida por mi madre, lo hago porque la quiero más que a nada en el mundo, porque ella lo merece, porque lo necesita y porque me hace feliz ayudar a quien lo necesita; pero me faltan fuerzas y recursos. No puedo irme a mas de 5 minutos de mi casa por si mi madre necesita orinar, llorar, levantarse o cualquier cosa, de manera que me encuentro presa en mi barrio.
No entiendo por qué no me pagan la silla de ruedas que compré en septiembre del 2011 y me dijeron que me pagarían; no entiendo porque no puede tener un collar o pulsera de tele asistencia por si yo estoy comprando, en el médico o en la farmacia y le pasa algo (la explicación es que no vive sola…); no entiendo que gran mal he hecho al mundo o a este país o a quien sea para que no me ayude nadie en nada.
Estudié mucho, creía en las leyes, creía en la economía, creía en la política, creía en un mañana prospero. Ahora solo creo en el dolor que veo cada día y en que Dios si existe es para ahogar.
Yo sé en qué estado se encuentra España y que debemos apretarnos el cinturón, pero estoy a punto de apretarme el cinturón en el cuello, por favor se lo ruego ayúdeme, haga algo por favor.
Yo siempre he defendido una política económica de derechas porque creo que es así como se genera empleo y consumo, ahora me da dolor de estomago ver las noticias y me vuelve loca no poder trabajar, ver sufrir a mi madre y ver números rojos en mi cuenta. Yo le voté a usted. no me decepcione por favor, mi madre es una excelente persona (yo no tanto).
Gracias por leerme (no creo que lo haya hecho, pero bueno…)
En espera de sus noticias, se despide atentamente,
Verónica Estevan Huerta