En Holanda las personas dependientes pasan a ser una obligación moral para familiares, amigos y vecinos
Holanda introduce una polémica medida, la “Sociedad participativa”, para ahorrar 2.300 millones de Euros, el 10% del coste de este tipo de atenciones. Pero la razón es más profunda. Se trata de acostumbrar a la sociedad a otra visión de las relaciones comunitarias y sobre todo familiares. La causa radica en el envejecimiento creciente de la población y la multiplicación que comporta en el número de personas que no poseen una autonomía personal suficiente, que necesitan de una acierta atención. Y esto sucede en un país donde funciona la eutanasia, una vía de reducción de ancianos que perciben que son de “descarte”, y de un generoso aborto, totalmente libre hasta los 24 meses (aunque, eso sí, severamente prohibido y penado después, con rigor calvinista, bajo la acusación de infanticidio). Los Países Bajos además cuentan con una sólida tradición de estado del bienestar, unos ingresos fiscales importantes por parte del Estado, un fraude fiscal mucho menor que el español, y una afectación por la crisis de un nivel escasamente perceptible, con una tasa de paro del 6,5%, y de menos del 10% para los jóvenes menores de 25 años.
La medida holandesa nos permite subrayar unos fundamentos menospreciados por nuestros partidos, instituciones y cultura mediática: (1) Sin sociedad del bienestar no hay estado de tal naturaleza, y Europa se aleja de las condiciones que lo hacen posible. (2) Los efectos de no tener hijos unido al envejecimiento son demoledores y los serán todavía más. (3) La familia sin disfunciones, que no genera costes sociales, formada por un padre y una madre, hijos, capacidad educadora, y red de parentesco estable, es la institución básica del sistema de bienestar, porque es su fundamento y su principal agente realizador; es la única que hace más con menos.
El problema de Holanda, como el de nuestro país, es si después de hacer creer a la gente durante tanto tiempo que el Estado podía suplir a la familia y a la comunidad, ahora el cambio va a ser fácil. Quizás por esto, los holandeses anticipan su reforma, a pesar de que tienen algo que a España le falta, tiempo. Aquí, en una peor situación en todos los parámetros básicos: nacimientos, envejecimiento, ocupación y productividad, solo se plantea el cuento de la lechera o la carta a los Reyes negando la evidencia y prometiendo más y más gasto público.