Åsa Regnér, ministra de Igualdad sueca: «Los hombres también sufren violencia y hay que escucharlos»
Firme defensora de emplear «la naturalidad en la política», trabajó para la ONU en América Latina y hoy asume el reto de generar medidas que consigan la plena igualdad de género en un país que trabaja para conseguirlo desde los años 70.
Su Gobierno, el de Suecia, se define «feminista» porque considera que la búsqueda de la igualdad de género, «aunque sigue siendo un reto, es esencial para lograr otros objetivos esenciales como son la seguridad, la paz y el desarrollo sostenible». Åsa Regnér, ministra de Igualdad de esta nación trazada por un anhelo rimbaudiano – «hay que ser absolutamente moderno», escribió el poeta- no precisa de malabarismos lingüísticos para explicar qué significa ser feminista: «Es una persona que ve desigualdades de género en su entorno y quiere hacer algo para que no sucedan. Listo. No necesito más».
Pregunta.- ¿Cómo se consigue un gobierno feminista?
Respuesta.- En Suecia, hemos empezado en los años 70, introduciendo medidas que aspiraban a conseguir la igualdad de género. Por ejemplo, se fomentó la participación en la fuerza laboral tanto de hombres como de mujeres porque que tantos unos como otros tengan un trabajo fomenta la igualdad, la libertad y el bienestar de la sociedad.
P.- Después de casi cuatro décadas inoculando equidad entre sus ciudadanos, ¿cuáles son las medidas más recientes?
R.-Hemos dado incentivos para que tanto los padres como las madres tengan tiempo para pasarlo con sus hijos recién nacidos. Son permisos parentales: 12 meses a repartir entre ambos, de los cuales tres tiene que coger el padre y otros tres la madre porque si no los pierden. Se ha demostrado que es una buena herramienta para que los padres pasen más tiempo en casa con sus hijos y esto tiene su impacto en el mercado laboral, pues menos mujeres salen de él. Hombres y mujeres deben compartir riesgos porque la sociedad precisa de padres con tiempo para amar a sus niños. Es responsabilidad de la sociedad organizar un sistema que lo permita.
P.- ¿Sigue habiendo machismo en Suecia?
R.- Suecia no es un paraíso. Hay mujeres con trabajos peor remunerados que los hombres. Lo que hay que hacer es visibilizar las situaciones de machismo, que no son otra cosa que luchas de poder. La igualdad no sucede de manera automática sino de forma gradual y responde a las decisiones que se toman. La resistencia machista recurre a menudo a la burla y a la ridiculización y esto hace daño; lastima. Si se observa la historia sueca, se da uno cuenta de que han sido las mujeres en distintas organizaciones, unidas a las mujeres de ciertos partidos políticos, las que se han enfrentado a esas resistencias.
P.- Si, como dice, Suecia no es un paraíso, ¿cuáles son los aspectos que deberían mejorar ahora?
R.- Nuestros desafíos en la actualidad son la brecha salarial y los niveles de violencia. Existe todavía violencia de género hacia las mujeres por parte de los hombres y, ahora, nuestros esfuerzos se dirigen a la prevención. Hemos destinado 900.000 euros para medidas que sabemos científicamente que funcionan. Hay que hablar con los chicos jóvenes sobre su experiencia de violencia y sobre su uso de la violencia. También ellos sufren agresiones y maltrato, en la calle, por ejemplo. Constantemente tratamos de modernizarnos y aún no hemos hecho suficiente en prevención y ahora nos centramos en ello. Quiero que todos los chicos y chicas tengan información y oportunidades serias de hablar de sus relaciones y de las situaciones que viven.
P.- Aunque se tomen medidas para solucionar los problemas de igualdad, ¿cabe la posibilidad de que surjan otros?
R.-Sí, y no hay que evitarlos. No toda la sociedad sueca está lista en términos de igualdad. Por ejemplo, en Suecia han aumentado los casos de violencia de honor entre las personas migrantes. Suecia es el país europeo que más inmigración recibió en 2015 y tenemos un fuerte debate en el país al respecto, y también sobre la integración. Los casos de violencia de honor suceden entre inmigrantes de segunda generación y también entre aquellos que acaban de llegar al país. Una cosa buena es que las mujeres migrantes han entrado a formar parte rápidamente de la fuerza laboral y esto es importante. Para mí fue importante ver a mi madre trabajar y sé que a muchas mujeres les sucede lo mismo.
P.- En ocasiones, el feminismo de los márgenes critica a las feministas europeas por centrarse en los derechos y no en los deberes.
R.-Trabajé para la ONU en América Latina. Tengo una experiencia global del feminismo y creo que niñas y mujeres quieren las mismas cosas: poder elegir tener hijos o no, poder elegir tener marido o no, poder elegir tener estudios o no; poder elegir, en definitiva. Esto son derechos. El feminismo es un movimiento de solidaridad pero esto a veces se olvida y hay que recordarlo. Vivimos tiempos difíciles. El discurso de derechos humanos no es la amenaza, lo es la falta de solidaridad y la incapacidad para ver más allá.
P.- ¿Cuál es la postura del gobierno sueco respecto a la brecha demográfica y el envejecimiento social?
R.- Hemos separado la idea de cuidado de las personas mayores de la responsabilidad ética o moral de los hijos hacia sus padres. Ahora, mis padres necesitan cuidados pero yo no soy responsable de ellos ni jurídica ni económicamente sino que lo es el Estado. Mi responsabilidad es darles amor, estar con ellos, hacer cosas juntos… Se puede elegir tener hijos o no, pero no se puede elegir tener padres. Lo que nosotros queremos es que las relaciones familiares sean sanas y voluntarias. Hay personas mayores en Suecia que quieren cocinar para hijos y nietos el domingo, por poner un ejemplo, pero no quieren que su hija les duche, ni les vista… Por eso, en nuestro país de esto se encargan profesionales, a través de los municipios, en función de las necesidades de cada uno.
P.- Su visita a España incluía un seminario en la embajada sueca en Madrid sobre el modelo sueco de abolición de la prostitución, que penaliza al cliente y data de 1999. ¿Hubo en algún momento reticencias a implantarlo?
R.- Cuando se aprobó la ley, el Parlamento estaba más dividido pero, ahora, la gran mayoría de organizaciones feministas y todos los partidos políticos lo apoyan porque han visto los resultados. No hemos solucionado todo, sigue habiendo explotación y sigue habiendo abusos, pero mandamos una señal: ésta es la sociedad que queremos. Para nosotros, la prostitución es una explotación y no una profesión.
Fuente: EL MUNDO