El riesgo social en ancianos es el triple en mujeres

El riesgo social en personas de la tercera edad se multiplica por tres si se es mujer y por seis si se vive solo, según un estudio elaborado por el grupo de investigación Octabaix, que desde hace 3 años sigue la vida y la salud de 220 ancianos de más de 80 años, 139 de ellos mujeres. El grupo de investigación Octabaix, vinculado a la Fundación Jordi Gol i Gurina, está formado por profesionales sanitarios de los ambulatorios de Sant Feliu de Llobregat, Sant Andreu de la Barca, L’Hospitalet de Llobregat y Martorell, y desde el 2009 trabaja en un proyecto centrado en la intervención en caídas y nutrición en pacientes mayores de 80 años.

A lo largo del estudio que se ha llevado a cabo durante los tres años, los investigadores, entre los que hay médicos, enfermeros y trabajadores sociales, han medido la situación familiar, económica, vivienda, relaciones sociales y el apoyo de la red social de los ancianos. Entre las conclusiones de su estudio constatan que el riesgo social no se relaciona directamente con las enfermedades crónicas conocidas (presión arterial, depresión, deterioro cognitivo, consumo de fármacos) y que la valoración funcional y cognitiva de los ancianos en las consultas es habitual, pero todavía es poco frecuente la valoración social.

Aumento del infradiagnóstico

También han constatado que hay una elevada prevalencia de depresión, patología que afecta a casi un 35 % de los ancianos, y además han observado un elevado infradiagnóstico e infratratamiento, especialmente en mayor de 85 años. Los investigadores han recordado que «la depresión en la tercera edad no es una consecuencia normal del envejecimiento, como se cree habitualmente». El riesgo social que se multiplica en las mujeres y en los ancianos que viven solos «también aumenta si se tiene peor capacidad funcional para realizar gestiones tan habituales como puede ser comprar o llamar por teléfono», según ha explicado la doctora Assumpta Ferrer, investigadora principal del estudio.

Ferrer ha denunciado que en las consultas médicas se lleva a cabo una valoración funcional y cognitiva del anciano, pero no la valoración social, que sería necesaria y que continúa siendo un tema pendiente. A la luz de las conclusiones, la doctora ha reclamado «un abordaje multidisciplinar individualizado del paciente anciano, con la integración de la valoración social en la clínica diaria». La alta prevalencia de depresión y su infradiagnóstico detectada en el estudio está relacionada, según los autores, «con un aumento global de la mortalidad, además de tener múltiples consecuencias en el paciente y su familia, peor calidad de vida, pérdida de funcionalidad, mayor cansancio y peor cumplimiento terapéutico».

De hecho, según el estudio de Octabaix, las consecuencias de la depresión en las personas mayores supone un mayor número de visitas ambulatorias y un incremento del coste sanitario del 53 %. «Es imprescindible entender que la depresión en la tercera edad no es una consecuencia normal del envejecimiento, como a menudo se cree, sino una enfermedad que hay que detectar y tratar igual que en otras épocas de la vida», según los investigadores.

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